Después de 25 partidos ligueros en los que el Barcelona siempre había convertido goles, la cuenta quedó en cero en el derby contra el Espanyol. Ni Lionel Messi con su desequilibrio individual consiguió romper la valla de Kameni, rodeada con maestría por la estrategia defensiva y de presión que instaló el cuadro periquito. No consiguió el Barça imponer su juego armónico, el rival logró hacerlo desentonar e incomodarlo al máximo, algo que pocos conjuntos tienen el honor de lograr. Leo y el habitual circuito ofensivo que lo acompaña estuvieron desconectados. Así, la mayoría de las acciones filosas se lograron a través de acciones individuales. Lo mejor que regaló Leo fue una asistencia por encima de la defensa rival, que dejó solo a Xavi para cabecear -papeles invertidos-, pero el de Terraza le erró a la pelota.
Con ese resultado, el Real Madrid puede quedar a un punto del Barça, si es que gana su compromiso. Pero además de mantener el ritmo en la Liga, Leo Messi y sus compañeros tienen la cabeza puesta en la primera semifinal de la Champions League, ante otro equipo complicado de penetrar como es el Inter de José Mourinho.